Planificar es crear
un futuro y dirigirse hacia él. Si el tiempo es claro y hay visibilidad:
incertidumbre normal; o si hay niebla y polvo levantado por la tormenta:
incertidumbre alta, según http://www.degerencia.com
Cada técnica de planificación estratégica tiene
una utilidad diferente según la oportunidad y las circunstancias. Posiblemente
en épocas de normalidad, cuando los niveles de incertidumbre son los usuales
para la industria, las proyecciones financieras sean una herramienta adecuada,
pues las bases y los supuestos tienen una cierta estabilidad.
Los más apropiados pues al mismo tiempo que
establecen un rumbo en medio de la tormenta, suavizan los estímulos del
entorno. Si bien no es deseable que en los escenarios se cree una burbuja que
aleje a la empresa de la realidad, sí es importante crear un microclima que
proteja y permita sacar el máximo de productividad de los recursos que se
operen, en el nivel que se operen.
No significa olvidar el entorno; significa tomar
del entorno solo aquello que es vital y evitar la contaminación innecesaria.
En situaciones de alta incertidumbre, no es
aconsejable tomar decisiones de largo plazo, especialmente en lo relativo a
inversiones. No obstante, si se decidiera a hacerlo, el riesgo debería estar
acotado dentro de los límites del escenario. Esto es válido también para temas
tales como gasto, investigación y desarrollo, lanzamiento de productos o
servicios y campañas de información/publicidad.
El análisis de escenarios debe considerar el
conjunto de supuestos/premisas (tasa de interés, inflación, tipo de cambio,
riesgo jurídico, apertura al exterior, política fiscal y monetaria, niveles de
regulación y competencia y entorno laboral, entre otros) sujetos de incertidumbre
y adecuarlos a las condiciones de la empresa. Es recomendable que esta técnica
se complemente con sesiones de brainstorming.
Si los niveles de participación del personal en
el proceso son adecuadamente gerenciados, el ambiente de alta incertidumbre puede
generar una relación de lealtad y pertenencia tan fuerte como no se vio en
tiempos de normalidad.
El horizonte de planificación bajo incertidumbre
estará dado por el evento más lejano planificado, para el cual haya elementos
de cuantificación y factibilidad disponible. Pero más allá del horizonte, lo
más importante será la frecuencia de revisión/actualización, pues permitirá
contar con lecturas periódicas de la realidad ponderadas por el escenario (y no
al revés).
La incertidumbre es una generadora de matrices
de opinión como respuesta natural a la confusión; es una reacción protectiva de
la gente, la cual se crea expectativas que pudieran convertirse en factores de
predicción.
En general (como la profecía que se cumple sola)
si la gente cree que algo va a ocurrir, ocurrirá. Claro que eso es cierto solo
si un porcentaje alto de la población cree lo mismo. Cuando esto no es así,
entonces hay que estudiar los patrones de comportamiento y la capacidad
predictiva pasa por el método estadístico y la investigación de operaciones: ¿Cuál
es la probabilidad de que tal cosa ocurra? Y esta información también debería
formar parte del análisis de escenarios.
Hoy en día en Venezuela no hay empresa u
organización, pública o privada que sea inmune a las tormentas de cambio que
estamos viviendo. Riesgo e incertidumbre son dos conceptos que vienen a nuestra
mente y que son el reflejo de una transición en la cual todo parece estar
revuelto y fuera de control.
Podemos estar seguros de que muchas cosas han
cambiado, y no podemos estar seguros de sí volverán o no a lo que conocíamos
como estado de normalidad, o si se moverán hacia un nuevo estado de normalidad.
Todo lo que sabemos podemos catalogarlo como certeza, y todo lo que no sabemos
como incertidumbre.
Cuando la incertidumbre es mayor que lo usual,
entonces podemos decir que estamos en una situación de excepción. Cuando esa
situación dura mucho tiempo, estamos en crisis. Y si esta se alarga, el abanico
de opciones es muy amplio.